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Xabier ORUE-ETXEBARRIA
En primer lugar tengo que decir que este trabajo recoge, en gran parte, los contenidos de una conferencia impartida por el autor en el Aula Magna del Campus de Leioa de la UPV/EHU, con motivo de la festividad de Alberto Magno, patrón de la Facultad de Ciencia y Tecnología. Además, he de manifestar que lo que se indica a continuación también se podría aplicar, con pequeñas modificaciones, al territorio de Gipuzkoa. Por otro lado, quiero añadir que, aún reconociendo el interés y la relación que tienen con el tema que voy a desarrollar, no me voy a referir a dos ocupaciones de los vascos, que a pesar de su gran importancia económica, tuvieron una mayor incidencia a partir del siglo XVI.
La primera de ellas hace referencia a las relaciones de los vizcaínos con Castilla y como consecuencia de ello al gran beneficio que supuso para la economía de Bizkaia y Gipuzkoa, después de la llegada de Cristóbal Colón a América, el comercio marítimo establecido, la construcción de barcos para el transporte, la contratación de pilotos y lo más importante, la exportación no sólo de barras o lingotes, sino también de todo tipo de manufacturas de hierro (diversos tipos de armas, clavos, yunques, anclas y otros elementos para la construcción naval, herraduras, herramientas para la agricultura y construcción, etc.) (Barkham, 2003). Tampoco voy a citar, porque requeriría un tratamiento diferenciado, la importancia del mundo de la cantería (maestros de obras, maestros canteros, oficiales, canteros, etc.) en el País Vasco. Los canteros vascos recorrieron la península interviniendo en la construcción de numerosas iglesias, ermitas, casas, pozos, presas, puentes, acueductos, palacios, torres, casas nobles. Por otra parte, también participaron en el levantamiento de monasterios como el de San Lorenzo del Escorial, así como en la edificación de la Universidad y Colegio Fonseca de Salamanca o de las catedrales de Salamanca, Plasencia, Coria en Cáceres, Granada, Málaga, claustro de la Catedral de Santiago de Compostela, etc. (Castro, 1998; Castañer, 2003). A todo esto habría que añadir el poder militar del Señorío, principalmente, del Señor de Bizkaia, durante la Baja Edad Media (Orue-Etxebarria, 2011). Por otra parte, aunque sea algo generalmente conocido, quiero recordar que cuando en muchos documentos antiguos se hace referencia a los vizcaínos, bajo esa denominación no sólo se incluye a los habitantes del territorio de Bizkaia, sino también a los de otras zonas del País de lengua vasca.
En contra de lo que se ha venido manifestando en numerosas ocasiones, bien sea por ignorancia o de forma intencionada, acerca de la pobreza de Bizkaia hasta la revolución de comienzos del siglo XIX y de una sociedad ligada al mundo rural, constituida por agricultores y pastores, hay numerosos indicadores que nos permiten hablar de una sociedad industrial y del poderío económico de nuestro territorio, al menos desde la Edad Media. Hoy en día cuando un país tiene mucho petróleo se considera que es un país rico. Pues bien, ya desde la antigüedad, ocurría algo parecido con el hierro. El que disponía de esta materia prima y conocía la metalurgia del hierro, era capaz de fabricar diferentes herramientas utilizadas en la agricultura, pero también podía hacer clavos y otras piezas empleadas en la construcción de catedrales, barcos, presas, carros de transporte etc. De todos modos, la aplicación más importante era la elaboración de todo tipo de armas con este metal, armas más duras y flexibles que las utilizadas anteriormente. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de una época en que las batallas y guerras de todo tipo eran frecuentes. Bizkaia, que tenía mineral de hierro en abundancia y, además, de gran calidad, estaba en una posición inmejorable respecto a otros territorios.
San Antón y la Plaza Vieja desde el muelle de Marzana en torno a 1865.
Es posible que en sus cercanías se encontrara el primer puerto de Bilbao, dedicado al comercio del hierro. Euskal Museoa. Bilbao. Museo Vasco. Archivo Errazquin NºERR-164.
Los yacimientos más ricos de mineral de hierro se encontraban en Somorrostro/Triano, Galdames, Bilbao, Arrazola, San Miguel de Basauri, Galdakao, Durango, Bedia, Elorrio y Zarátamo, y su explotación era un derecho que los reyes concedían a sus principales servidores, hasta que con la concesión del Fuero Nuevo de Bizkaia, en 1526, se otorga tanto el dominio del subsuelo como los derechos de su explotación a todos los vizcaínos (Orella, 2005). Los puertos más importantes del territorio vizcaíno en cuanto a su relación con el comercio del hierro, en épocas antiguas, podrían haber estado en algún punto del río Barbadún en Muzkiz, en Huart/Ugarte (Baracaldo), San Antón (Bilbao) y Forua (Gernika), para pasar posteriormente a exportar el hierro bruto o elaborado también desde otros puertos como Bermeo, Lekeitio, Portugalete, etc.
Los territorios costeros vascos desempeñaron un papel esencial en la producción y comercialización del hierro en Europa. La presencia de franceses, ingleses y flamencos en los puertos vascos, así como el establecimiento de una red de mercaderes vascos en Europa y América está a menudo motivada por la compra del hierro cerca de los centros de producción para los primeros, y su venta en los mercados de consumo para los segundos. Gracias a su fácil extracción y a su calidad, el hierro vasco se exporta tanto a la Península Ibérica como a Italia, Portugal, Flandes, Francia e Inglaterra. En todo Europa está presente el hierro vasco y, desde finales del siglo XV, América recibe a su vez grandes cantidades de esta materia prima.
Por lo que respecta a los datos más antiguos, relacionados con la industria del hierro en Vasconia, las piezas encontradas en las excavaciones realizadas en las últimas décadas en los poblados de la edad del hierro, en diferentes zonas del País, indican que los vascos conocían la metalurgia del hierro, al menos desde los siglos VI o VII antes de Cristo. Esta importante industria continuó posteriormente, ya que en asentamientos de época romana se han encontrado hornos para tratamiento del hierro, tanto en zonas del interior de Bizkaia, como los de Aloria (Cepeda, 2001), cerca de Orduña pero, principalmente, en la costa, como en el caso de los encontrados en Forua (Martinez, 1997), al lado de Gernika.
En cuanto a las ferrerías hidráulicas, que aparecen, al menos, desde el siglo XIII, eran unas instalaciones que funcionaban gracias al agua suministrada por los ríos, muy abundantes en la vertiente cantábrica del País. Dicha agua se recogía en una presa y se conducía por un canal hasta la antepara, donde a través de unos agujeros caía sobre unas ruedas verticales que movían los fuelles y el mazo de la ferrería. En Bizkaia hubo ferrerías hidráulicas por todos los ríos que poseían un caudal suficiente, pero también en otras zonas de Vasconia, como las de Elama y Goizarin, que se encuentran en Artikutza (Goizueta) o la de Urdinola en Leitza. Estas últimas ya aparecen en la documentación del Archivo General de Navarra, al menos desde 1372 (Mugueta, 2008). Fueron tan frecuentes en nuestros ríos que, según la documentación, en 1640, solamente en Bizkaia hubo cerca de 250 ferrerías (Uriarte, 1988).
Restos de la ferrería de Olazarra en Arratzu, con la antepara, bien conservada en la parte superior.
Fotografía de X. Orue-Etxebarria.
En la Vasconia bajomedieval, era frecuente que muchos campesinos tuvieran una pluriactividad, en la mayor parte de los casos relacionada con la actividad siderúrgica, lo que les proporcionaba unos importantes ingresos complementarios. Según el historiador Díez de Salazar (1983, 1985), considerando que para cada ferrería habría entre 50 y 100 personas trabajando de forma directa (en la ferrería) o indirecta (leñadores, carboneros, mineros, venaqueros, gabarreros, arrieros, carreteros, etc.), nos podemos hacer una idea de la riqueza económica que supuso esta actividad. De acuerdo con un documento citado por Arbaiza (1996), en Bizkaia había una media de 100 personas trabajando por cada ferrería. Según documentos del catastro de Igantzi de 1778-1786, la mayor parte de los 629 habitantes estaba ligada a esta industria (Erdozáin et al., 2003). Del mismo modo, cerca de allí, en Lesaka, en 1824, aproximadamente el 30% de su población trabajaba en relación con alguna de las tres ferrerías del concejo (Erdozáin et al., 2002; 2003).
La industria siderúrgica vasca, uno de los principales centros siderúrgicos de Europa (Bautier, 1963), fue el pilar más importante de la economía en la zona atlántica del país, hasta que, en el siglo XVIII, la competencia con el precio y la calidad del hierro elaborado en Suecia y posteriormente con el procedente de Rusia (Uriarte, 1988), hizo que fuera decayendo, hasta que a lo largo del siglo XIX este tipo de ferrerías dejaron de elaborar hierro, siendo sustituidas por los hornos altos.
¿Pero qué ocurrió entre la caída del imperio romano en el siglo V y la aparición de las primeras ferrerías hidráulicas en el XIII? ¿A que se debe que a mediados de dicho siglo o quizás antes, aparecieran un elevado número de este tipo de instalaciones? Es lógico pensar que, para poner en funcionamiento este tipo de ferrerías, los vizcaínos ya poseían una cultura previa de la metalurgia del hierro, por lo que solo necesitaron adaptarse a las nuevas tecnologías.
Se sabía que antes de estas ferrerías hidráulicas habían existido otras conocidas como ferrerías de monte o haizeolak, ya que en algunas zonas aparecían acumulaciones de escorias o escoriales, que son el producto de desecho de la reducción del mineral de hierro. Estas últimas no utilizaban el agua para la elaboración del hierro y todo el trabajo se realizaba a mano.
En esta imagen se puede ver un escorial encontrado en la ladera del monte Ganguren (Galdakao), que nos está indicando que cerca de ese lugar hubo una o más ferrerías de monte.
Fotografía de X. Orue-Etxebarria.
La aparición de las ferrerías hidráulicas y la mejora que suponían respecto a las anteriores, hizo que los hornos de las haizeolas se fueran abandonando. Debido al tiempo transcurrido desde su abandono y al deterioro sufrido como consecuencia de la erosión, roturación de los montes, procesos de relleno, etc., existe la idea generalizada (Pereda, 1992/93; Etxezarraga, 2004) de que los hornos ligados a las ferrerías de monte habrían desaparecido o serían muy difíciles de encontrar.
Sin embargo, durante estos últimos años han ido apareciendo una serie de trabajos realizados por nuestro equipo de investigación (Orue-Etxebarria et al., 2008 b; 2009), en los que se pone de manifiesto la existencia de numerosos hornos de reducción de tecnología prehidráulica, encontrados en los montes de la Vasconia atlántica. A estos hornos, que presentan unas características propias, principalmente su gran tamaño, que los diferencian de otros de una época parecida, les hemos dado el nombre de “horno vasco” (Orue-Etxebarria et al., 2010; 2011). Estos hornos tienen una forma más o menos redondeada en planta, que se va cerrando hacia arriba y poseen un estrechamiento en su parte inferior equivalente a un “crisol”. Su anchura máxima oscila entre 3 y 4 metros, y su altura entre 4 y 6 metros. El más grande encontrado hasta ahora, está en Ea y tiene unos 4 m de diámetro en su parte más ancha y alrededor de 6 m de altura. En la parte anterior poseen una abertura arqueada y por debajo de ella un canal, cubierto de losas de arenisca, probablemente para la salida de la escoria y la entrada de aire. Por el momento no tenemos datos evidentes para saber si funcionaban con fuelles o no, aunque por ahora no hemos encontrado ninguna tobera.
Croquis en alzado longitudinal, basado en dimensiones reales, del horno de Azarola (Galdakao). a) capa de arcilla con arena tapizando la parte interior del horno, b) reforzamiento de la parte delantera del horno con piedra arenisca, c) posición de la abertura, d) losas de arenisca cubriendo el canal y e) canal de evacuación de la escoria y entrada del aire.
Figura realizada por J. Elorriaga y X. Laka.
Hay que decir también que estos hornos que hemos venido describiendo, desde el primero, encontrado en Galdakao (Orue-Etxebarria et al., 2008 a), han sido y todavía son considerados como caleros por los especialistas en estos temas. El motivo de que estas estructuras hayan sido consideradas como caleros, se debe, en parte, a que muchos de estos hornos, una vez que dejaron de utilizarse para su función inicial, la reducción del mineral de hierro, fueron abandonados, y se utilizaron posteriormente como caleros, para elaborar cal a partir de piedra caliza. A lo largo de estos años y después de unas 200 jornadas de campo, hemos visto tal cantidad de ferrerías de monte y de caleros por todo Euskal Herria, que actualmente podemos diferenciar sin problema ambos tipos de construcciones.
Vista frontal del horno de Azarola (Galdakao), en el que se puede apreciar la base de la pared de piedra (1) reforzando la pared anterior de la cubeta, el arco de la abertura (2), el canal (3) y las losas de arenisca cubriendo éste último (4).
Fotografía H. Astibia.
Pues bien, como resultado de un trabajo de investigación realizado durante los últimos ocho años, en campos tan variados como la estratigrafía, sedimentología, mineralogía, geoquímica, ingeniería metalúrgica, etc., hemos encontrado más de 100 hornos en Bizkaia, Gipuzkoa y parte norte de Álava y de la alta Navarra.
Se supone que este tipo de ferrerías perdieron importancia con la aparición de las hidráulicas que fueron sustituyendo a las anteriores, pero hay datos recogidos de la transmisión oral (Caro Baroja, 1980) que nos indican que no todas se cerraron poco tiempo después de la implantación de las hidráulicas, sino que ambos tipos coexistieron durante algunos siglos, ya que en alguna localidad de Gipuzkoa como Zegama, siguieron funcionando, al menos, hasta el siglo XVII.
Según una estimación que hemos hecho del número de ferrerías de monte en tres pueblos del territorio vizcaino, Galdakao, Ea en la costa y Bedia, otros dos de la costa guipuzcoana, Mutriku y Deba, y otro del norte de Álava, Aramaio, podemos pensar que en Vasconia existieron miles de estos hornos. Además, es muy probable que, aparte de las zonas que hemos recorrido, también hayan existido este tipo de hornos al norte de los Pirineos y en zonas contiguas a las ya exploradas, como por ejemplo en el actual territorio de Cantabria. Pues bien, nos podemos imaginar lo que supuso el funcionamiento de todos estos hornos, junto con las ferrerías hidráulicas, fundiendo mineral de hierro, tanto para el mercado interno como para la exportación a los mercados más importantes de Europa.
Pero además de la abundancia de hierro y de ferrerías de todo tipo, hay otras muchas evidencias del poder económico de Bizkaia y, aunque sea de forma resumida, voy a exponer a continuación algunos datos que avalan esta idea:
1.- Al menos desde el siglo XI tenemos pruebas de la importante actividad económica dedicada a la pesca, ya que las iglesias de la costa vizcaína estaban encargadas de suministrar pescado a los grandes centros monásticos del interior integrados en el reino de Pamplona/Navarra (García de Cortázar, 1983), junto con el negocio de su exportación a otros mercados. Por otra parte, ya aparece reflejado un caso de pesquerías en un documento de 1051, en el que el Conde Iñigo López y su mujer doña Toda donan a García, Obispo de Álava, el usufructo del monasterio de Santa María de Aspe en Busturia, a condición de que a la muerte del Obispo la propiedad y el usufructo pasen a San Millán, donde se indicaba que “...Después de tu muerte, el monasterio con sus tierras y pesquerías, y árboles frutales, y la citada decanía y el diezmo de Busturia,.....” También hay referencias semejantes relacionadas con pesquerías en Astigarribia, Santa María de Pobeña y San Juan de Gastelugatxe (García de Cortázar, 1983).
A esto habría que añadir el comercio del bacalao y de la industria del salazón en general (Barkham, 2000; Arizaga, 2000). Los pescadores obtenían más pescado que el que necesitaban las poblaciones costeras, de tal modo que este pasó a ser, junto con el hierro, uno de los productos más comunes en el intercambio comercial de los vascos, bien sea en fresco o en seco. El pescado seco o salado procedía de barcos que salían a pescar a zonas lejanas y que volvían, principalmente, con sardinas saladas o ahumadas (Arizaga y Bochaca, 2003). Como bien dice Priotti (2005) “la pesca de la ballena y del bacalao está íntimamente relacionada con la vida económica y social del País Vasco”, dejando unos beneficios económicos muy grandes.
2.- La abundancia de bosques y madera de calidad, junto con la proliferación de astilleros y la experiencia de los carpinteros de ribera, hizo que se construyeran todo tipo de barcos, gracias a la difusión de las técnicas nórdicas de construcción (Alberdi y Aragón, 1998). Al menos desde el siglo XI, se construían desde los más pequeños, destinados a la pesca de bajura, a los de mayor tamaño, para la pesca en zonas alejadas, el comercio y para la marina, sobre todo, de Castilla. Hay que destacar la gran variedad de naves típicas vascas dedicadas principalmente al comercio, recogidas por Leizaola (1984), que ya existían en el siglo XIII y probablemente desde el XII según se recoge en el Fuero de San Sebastián.
Un dato importante de la infraestructura naval de los vascos y de su capacidad para construir naves de un tamaño importante para navegar por el Golfo de Bizkaia y el Atlántico, es que “en el año 999 una escuadra vasca ayudó a Gonzalo de Moniz, señor de Oporto en sus campañas militares” (Ayerbe y Bikandi, 1984). Además, en 1130 y 1131 naves vizcaínas y guipuzcoanas participaron en el bloqueo realizado a la plaza de Baiona por el rey de Pamplona y Aragón, Alfonso I el Batallador y posteriormente en la conquista de Gibraltar, formando parte de una armada al mando del catalán Eimerich de Belloch (Laburu, 2006). Asimismo, una flota vasca mandada por el Obispo de Baiona, Bernardo de Lacarra como Condestable, participó, en 1191, con Ricardo Corazón de León en la III Cruzada, atravesando el estrecho de Gibraltar y continuando por Provenza, Chipre, llegando a Tierra Santa (Leizaola, 1984). También el viajero Benjamín de Tudela nos cuenta en su Libro de Viajes del siglo XII, la presencia de barcos vascos en la ciudad de Alejandría en Egipto (Magdalena, 2009). Además, las actividades militares y comerciales de los vascos hace que para el siglo XIV ya se encuentren en Chipre, Beirut y Alejandría (Priotti, 2003a).
Por otra parte, era frecuente que las embarcaciones de mayor tamaño fueran vendidas como materia de intercambio en otros puertos, ya que se amortizaban en unos pocos viajes (Touchard, 1967; Bernard, 1968; Bochaca, 1998). Para evitar el esquilmado de la riqueza forestal de los montes en beneficio de personas concretas, algunas villas establecen en sus Ordenanzas la prohibición de revender sus navíos hasta pasados tres años de su construcción. También los reyes de Castilla establecieron, en 1501, una disposición que prohibía, por otros motivos, las ventas de navíos (Arizaga y Bochaca, 2003).
3.- Una de las industrias más importantes de la Vasconia atlántica fue la fabricación de armas, primero para el mercado interno (reino de Pamplona/Navarra) y posteriormente para el reino de Castilla. Es bien conocida desde la Baja Edad Media la abundante producción de armas en el País Vasco. Así, en un documento de 1480 los reyes de Castilla, con motivo de la lucha contra los turcos solicitan armas “mandando a los mercaderes que las tienen que las entreguen, y que en las ferrerías de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava se labren, dejando toda otra labor.” En un centro productor de espadas tan importante como Sevilla, muchos de los espaderos allí instalados en el siglo XVI eran vizcaínos, la mayor parte de Bilbao (Dueñas, 2001).
El autor junto a la espada fabricada por Joanes de Ascoitia, que se expone en el Museo del Hermitage en San Petersburgo.
E. Apellaniz.
Hay que citar también las armas blancas de los famosos maestros espaderos de Bilbao y Tolosa dedicadas, en gran parte, a la exportación, principalmente, a las Islas Británicas (Miller, 1995; Dueñas, 2001). Hay una espada denominada “Bilbo” por los ingleses, por estar fabricada en Bilbao, debido a la fama que tenían en Inglaterra las armas bilbaínas. Las espadas elaboradas por los vascos no solo en Bilbao, sino también en zonas tan alejadas del País como Toledo, Sevilla, etc., se encuentran en los museos más famosos del mundo, incluyendo el Hermitage en San Petersburgo, donde hay varias espadas de dichos fabricantes vascos que el autor de este trabajo pudo observar y en una de las cuales, aparece en la hoja la inscripción: JOANES DE ASCOITIA. También se pueden encontrar espadas tipo “bilbo” en el Museo Poldi Pezzoli de Milán, en la Royal Armouries de Leeds, en la colección de la Torre de Londres o en la Armeria Reale de Torino, entre otras. Hay un espadero vasco de nombre Pedro de Lagaretea o de Elcaraeta, que además de en Bilbao trabajó en Toledo y cuyas espadas firmadas aparecen en diferentes museos europeos como en el Musée de l’Armée de Paris, en el Musée Nacional de Cluny, en la Rüstkammer de Dresde o en el Museo San Telmo de San Sebastián (Dueñas, 2001).
Durante la época del Imperio español, las fábricas de armas vizcaínas y guipuzcoanas se convirtieron en la fuente principal de suministro de todo tipo de armas, espadas, lanzas, picas, petos, pero también de armas de fuego, utilizadas, principalmente, por los ejércitos españoles para defender su supremacía.
4.- La abundancia de ganado vacuno y porcino, desde época medieval (Aragón Ruano, 2003; 2006), en la parte del país con influencia atlántica, como queda reflejado en el tributo en bueyes que tienen que pagar Bizkaia y Gipuzkoa al monasterio de San Millán. Por otra parte, es curioso que en la moneda utilizada por los vascos antes de la llegada de los romanos predominara la figura del ganado vacuno y que incluso posteriormente en la moneda vasco-romana también tuviera preferencia dicha imagen. Además, después de la invasión de los godos y musulmanes, a partir de finales del siglo X, en el territorio vasco a ambos lados del Pirineo, hasta las orillas del Adour, se pasa a utilizar el ganado vacuno como moneda de pago en transacciones o adquisición de propiedades, mientras que al norte de las tierras vascas si hubo una circulación normal de nuevas monedas (Leizaola, 1984).
5.- Son numerosas las citas (Childs, 2003; Tena, 2003) que hacen referencia al control del comercio marítimo en el Atlántico por parte de la flota comercial de los territorios vascos y a las relaciones de los mercaderes vizcaínos con los centros comerciales más importantes de la Península, Islas Canarias, Islas Británicas, Flandes, Bretaña, el Mediterráneo, etc., desde la Edad Media, a las que más tarde me referiré. La mayor parte de este comercio estuvo relacionado con la exportación de hierro y la importación de productos deficitarios adquiridos en diferentes mercados.
6.- Pero entre los indicadores del poder económico de los “vizcaínos”, hay que hacer una mención especial acerca del control del aprovechamiento y comercialización de la ballena (Barkham, 2000; Huxley and Barkham, 2006) desde, al menos, el siglo XI. De la ballena se aprovechaba todo, pero lo más importante era el aceite (sain en vasco) que se utilizó como combustible para el alumbrado hasta mediados del siglo XIX. Laburu (1991, 2006) cita un documento del 670 por el cual los “vascos de Laburdi envían a la abadía de Jumièges, a orillas del Sena, entre Rouen y El Havre, 40 moyos (medida de capacidad equivalente a 257 litros), unas 10 toneladas de sain (aceite) para el alumbrado de la abadía”. Según Lefebvre (1933) la caza de ballena por los vascos es tan antigua, que ya en el año 1059, se hace referencia a la venta de carne de ballena y del codiciado aceite-sain, en el mercado de Baiona. En el siglo XII, el Fuero de San Sebastián ya regulaba los derechos aduaneros por las barbas de ballena. En las Fuentes Jurídicas del Fuero de San Sebastián de 1180?, basadas en los “Roles d’Oleron” o Fuero de Layron, así denominadas por haber sido redactadas en la isla francesa de Olerón, a finales del siglo XI, ya se recoge un derecho marítimo cantábrico (Orella, 2010). En 1299, en la carta de confirmación de la villa de Plentzia, se indica que se autoriza a sus habitantes a cazar ballenas en una extensión que llegaba hasta los límites de Portugalete (Ciriquiain, 2005).
Los vascos pescaban ballenas inicialmente en el Cantábrico, pero cuando estas empezaron a disminuir, ampliaron sus zonas de caza llegando hasta Terranova-Labrador en Canada, al menos desde el siglo XV. Los siglos XIV, XV y XVI, fueron el periodo de esplendor de la caza de la ballena por los vascos. Como detalle decir que en el siglo XVI, en Bizkaia había más de doscientos navíos que navegaban a Terranova a la pesca de la ballena y del bacalao, y también a Flandes a por lanas (Jovellanos, 1859). Muchas de las travesías de los vascos para la caza de ballenas en Terranova/Labrador se financiaban con el hierro y herramientas elaboradas con dicha materia que se transportaban a América y Portugal (Huxley, 1987), hierro que también se utilizaba para el intercambio comercial en otros puertos como La Rochela, a cambio de aparejos, anzuelos, utensilios de navegación, etc. (Casado, 2003).
Los vascos, son los primeros que hacen de la caza de la ballena una labor (pre)industrial, organizada, estableciendo bases balleneras para su aprovechamiento fuera del país, para extraer el aceite, que luego exportarán a España y otros países europeos. Para sentirnos orgullosos con nuestro pasado comercial, es suficiente con acudir a algunos de los museos de Newfoundland & Labrador y comprobar la consideración que reciben los pescadores vascos por parte de los canadienses. Durante una reciente visita a Canada me llevé una agradable sorpresa al leer un libro que había sido “Bestseller”, en el que su autor (Hoare, 2002) escribía literalmente “Neither the French nor the Portuguese saw much of commercial interest in the whales. It took the newly arrived Basque fishermen to turn this shoreline into the first industrial complex in the new world”. No contentos con esto, nuestros antepasados dieron un salto cualitativo muy importante al crear auténticas refinerías portátiles, ya que inventaron el sistema de procesar las ballenas en el propio barco, utilizando unos hornos de ladrillo para tratar la grasa de estos cetáceos (Hoare, 2010). De este modo, cada vez que cazaban una ballena no tenían necesidad de volver a tierra.
Escudos de villas vizcaínas en los que se hace referencia a la caza de la ballena.
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